Introducción
J. J. Gambarotta no necesita presentación. Nacido en 1979 en Argentina y radicado actualmente en Venezuela, J. J. Gambarotta es uno de los filósofos sociales latinoamericanos más conocidos – y reconocidos - del mundo. Las ciencias sociales contemporáneas le deben toda una nueva concepción del sentido de la existencia humana en tanto sujeta a la permanente esclavitud del trabajo moderno, omnipresente dependencia social fundada en el sufrimiento mutuo de sus individuos. En este sentido Gambarotta es lo que podríamos llamar un filósofo radical. Su frase más conocida resume de alguna manera el gran corpus de su filosofía:
“Todo trabajo es sufrimiento”
Gambarotta ha sido por excelencia el filósofo del sentido existencial del trabajo en las sociedades modernas. En efecto, para Gambarotta ningún otro sistema de producción humano anterior a éste contiene en sí mismo los medios para disminuir los efectos indirectos del trabajo sobre el individuo; esto es, el sufrimiento. Es por ello que ha consagrado su vida a proponer alternativas menos sufrimentales al sentido subjetivo del sufrimiento mismo desde el mismo sufrimiento. Sus trabajos abarcan desde numerosos libros de análisis social hasta recientes ensayos sobre ciencia, fe, religión y ovogénesis. Su famoso silogismo es una muestra del giro que le ha dado al sentido de la modernidad en tanto atrapada en el sin fin de la existencia sufrimental:
“Si trabajo, sufro. Si no trabajo, no me pagan y no como. Si no como, también sufro. Por lo tanto, trabaje o no trabaje igual sufro”. (J. J. Gambarotta, Trabajo, Fe, Sufrimiento y Cristiandad, Editorial Pan de Dios, 2001, Pp. 24)
Pero el pensamiento de Gambarotta hoy va más allá de una simple valoración subjetiva y humanística del trabajo moderno. A pesar de que ni sus ensayos, ni en su activo proselitismo político-ideológico a lo largo y ancho de todo el mundo, como lo ha señalado en reiteradas ocasiones, ha pretendido implantar un sistema filosófico absoluto del trabajo como sufrimiento puro, sino más bien dar un punto de vista entre cualquier otro sobre su sentido para el sujeto en la modernidad, su más reciente libro publicado por la Editorial Molotov y titulado: Por un coño: ¡Humanidad! ¡Dejemos de trabajar! ha encendido toda una polémica entre los que piensan que el trabajo humano es fundamental en todo engranaje social, y los más allegados al nuevo planteamiento filosófico de Gambarotta, que no son pocos.
Así es, en su nuevo ensayo J. J. Gambarotta ha radicalizado el concepto sufrimental del trabajo al otorgarle un carácter de absoluto. Para decirlo más explícitamente, no solo el trabajo moderno involucra algún tipo de sufrimiento, sino todo trabajo humano, porque es ahí desde donde, como señala Gambarotta, aparece el origen histórico de todo sufrimiento. Inclusive el trabajo intelectual cae en esta categoría: “Cuando pienso, sufro”, en palabras de Gambarotta. Las reacciones sociales desencadenadas por este nuevo aporte intelectual a la filosofía humanista no se han hecho esperar. Dos días después de su publicación ya había huelgas académicas en las principales ciudades del mundo. Es por eso que Editorial Damaged People Group dedica el presente artículo la nueva publicación de este brillante pensador contemporáneo.
Pero para acercarnos con claridad a este nuevo y brillante aporte cultural de Gambarotta inevitablemente tenemos que referirnos a algunas de sus ideas y aportes anteriores a la filosofía social, con el fin de introducir al lector no especializado a esta prometedora obra cumbre del pensamiento humanístico, que hace su aparición en una época de profundos cambios históricos e intelectuales en nuestra manera de concebir cuál es nuestra relación como organización humana fundada en el trabajo. Posteriormente podremos adentrarnos con más soltura en los nuevos conceptos aportados por Gambarotta, para así juzgar desde un horizonte más amplio las implicaciones inmediatas de sus nuevas propuestas emancipadoras.
El concepto de "trabajo moderno"
Nacido en 1979 en Santa Fe, Provincia de Santa Fe, Argentina, e hijo de anónimos magnates oligárquico-sojeros, Gambarotta vive su niñez y adolescencia en medio de todas las comodidades que la modernidad puede ofrecer a cualquier hijo de centenarios y multi-hacendados explotadores coloniales de vidas y cuerpos. Para ese entonces su padre controla – y lo sigue haciendo - el 99% de la producción sojera de Santa Fe. Ya desde pequeño Gambarotta empieza a teorizar las consecuencias humanísticas sociales del trabajo moderno:
"La primera vez que intuí la naturaleza sufrimental del trabajo fue cuando asistí a una de las brutales palizas que propinaba mi padre a los recolectores que se les encontraba soja verde en el canasto. Siempre pensé que aquellos aceptaban con honor y dignidad aquel castigo, y hasta lo disfrutaban, como forma consciente de corrección humanista. Pero después de contemplar los 89 azotes propinados con varilla #5 a aquel niño, comencé a entender que posiblemente en realidad él sufría por causa de su trabajo." (J. G. Gambarotta, Diario de un niño podrido en Soja, Editorial Vita Máxima, 2001, Pp. 6)
¿Pero qué entendía Gambarotta por "trabajo moderno"? De tal concepción nacerá la primera fase de sus escritos, caracterizados por una dura crítica al sentido subjetivo de las formas humanas de producción en la modernidad desde su planteamiento por Marx, indiscutible influencia para toda la clase obrera del siglo XX. Es en esta etapa de conceptulización cuando aparece su primera publicación titulada El olvido de Marx, importante ensayo de 1994 publicado bajo la Editorial Ambisiniestra, que le abre las puertas de la fama internacional. Al respecto de ese despertar de su pensamiento, dice Gambarotta en una entrevista reciente:
- Tenía unos 11 años cuando me hice mi primera pregunta filosófica… Recuerdo que… Quería descansar después de haber dormido agotadoramente. Ya en el Yacuzzi exterior a la piscina – pensando en nada, como era lo habitual - me distraía viendo hacia el inabarcable horizonte de las posesiones familiares, junto a diez buenas putas, y cuando digo buenas es de verdad buenas, viera usted que clase de perr…
- Disculpe, pero esto es una entrevista para un diario público.
- Perdone… Digo, tal y como acostumbraba dejarme mi padre cuando se iba a practicar su deporte favorito: disparar a los intrusos de sus propiedades con su M-50. Fue ahí cuando vi a lo lejos a una de esas numerosas familias de obreros, con unos siete u ocho sucios y andrajosos niños, robando descaradamente los sobros de los perros arrojados diariamente por los guardas al otro lado de la cerca electrificada que los separaba del infinito y abundante sojal. Imagínese entonces la rabia que sentí…
- ¿Fue ahí donde se interrogó sobre tal injusticia?
- ¿Cuál injusticia? La verdad no, no tenía prisa en terminar el goce. Mi padre duraba casi cuatro meses en recorrer todos los linderos de nuestro humilde sojal. Pero después de un buen, y repito, buen rato, me invadió una profunda ira de que no tuvieran ni el decoro ni los modales para compartir equitativamente las sobras – ya que la pareja sólo dejaba masticar a los niños -, ni el agradecimiento para con los perros que amablemente dejaron bien limpios aquellos huesos de cordero. Pero rápidamente me pasó aquel malestar… Ese día estaba tan borracho como ahora, y con el sol de la tarde…
- vino la primera pregunta.
¿Cuál pregunta?
- La pregunta filosófica…
- Ah, sí. No se por qué me pregunté si algún día tendría que luchar por buscar mi alimento por todos los medios posibles, o trabajar por él, como aquéllos desdichados naturales lo hacían. Entonces sentí un profundo miedo al imaginarme en su lugar: de ser yo el que sufriera la injusticia de tener que trabajar para ganarme la vida… Inmediatamente mandé a que soltaran los perros. (Entrevista a un Ebrio Soñador, en El Burgués, Inglaterra, 25 de Diciembre del 2003, Pp. 2)
Y más adelante Gambarotta agrega:
“Yo desde niño aprendí a ver el trabajo bajo el contexto de la producción privada de bienes al menor costo posible, cosa que por supuesto, involucra una retribución mínima a la fuerza laboral que la posibilita, así que me pareció normal y hasta necesaria la existencia de gente con hambre. Entonces dejé de hacerme más de mis tontas preguntas.” (Ibíd. Pp. 3)
El olvido de Marx
Pero el verdadero corpus teórico de Gambarotta lo encontramos en lo que sus detractores llaman su más exhaustivo y pretendido análisis de las relaciones modernas de producción humana: El Olvido de Marx; según Gambarotta, “Mi libro más importante”; obra que no sólo muestra a través de sus 9427 páginas su asombrosa capacidad de llegar a conclusiones sumamente complejas a través de razonamientos muy simples, sino también su gran erudición y dominio de otros pensadores y filosofías contemporáneas, especialmente de los posmodernos, como Baudrillard y Jacques Lacan. Será éste psicoanalista su inspiración para emprender el análisis del trabajo moderno desde Marx. Como lo señala Gambarotta:
“Nada de esto hubiese sido posible sin la apertura de las cuestiones Lacanianas” (J. J. Gambarotta, La Filosofía como Pensamiento Prescindible, Editorial Laxus, 2000, Pp. 357)
La importancia histórica de este ensayo sigue siendo aún muy incomprendida. El fin de Gambarotta es mostrar cómo Marx olvidó por completo las implicaciones metafísicas de nuestra relación con el otro a la hora de cuestionar el injusto enriquecimiento de los otros – los dueños de los medios de producción – a costa de la sangre y el sudor de la clase obrera. A pesar de tan brillante aporte a la cultura humanista, muchos filósofos acusan a Gambarotta de disfrazar observaciones banales en una jerga oscura y sin sentido para llegar a conclusiones por lo demás arbitrarias, pero lo cierto es que la influencia que ejerció sobre los pensadores contemporáneos de la modernidad habla por si sola. Como bien lo señaló en su momento Bruno Latour, “Su impacto ha sido devastador para las Ciencias Sociales…”
Gambarotta inicia su ensayo con una corta reflexión, apoyado en Marx, sobre el por qué de la importancia histórica del trabajo organizado socialmente para la edificación de toda cultura humana. Gamboa concluye con brevedad en el punto del cual arranca su análisis:
“… por lo que sin el trabajo organizado socialmente no puede haber sociedad ni cultura humana posible, porque éstas dependen del mismo para su organización como tales” (J. J. Gambarotta, El Olvido de Marx, Editorial Zurdo, 1994, pp. 9426)
Ahora Gambarotta puede adentrarnos con mayor profundidad a la esencia metafísica del trabajo moderno, y a su fatal olvido por parte de Marx para su crítica:
“El gran logro de Marx fue abrir nuestras mentes a la comprensión de que detrás de todo trabajo moderno subyace el sufrimiento individual por tener que trabajar para otro, pero Marx olvidó por completo el hecho de que siempre trabajamos para otros, como así lo demuestran sus análisis de la producción de bienes como sustento de las relaciones sociales que posibilitan la sociedad misma. Esto es, que si mi fuerza laboral posibilita la producción de un bien que un otro necesita, como por ejemplo, la producción de harina para que el prójimo tenga pan y no muera de hambre, inevitablemente estoy trabajando para ese otro y sufro por su causa.” (Ibíd. Pp. 9427)
Gambarotta continúa su análisis introduciendo la metafísica del otro, para derivar el inminente peligro que representa el marxismo puro para la existencia de la humanidad:
“El trabajo moderno hace sufrir a la mayoría para que unos pocos no sufran; o sea, para que éstos no trabajen, porque otros trabajan y sufren por ellos (…) pero si elimináramos el tener que trabajar para que otros no sufran, tal como lo propone Marx, caeríamos en una inevitable circularidad terminológica, porque simplemente sustituiríamos ese otro por unos otros, que en el fondo se reduce a la misma presencia de un yo externo.
Si cambiásemos el sistema moderno de trabajo hacia una sociedad de retribución justa y equitativa de los beneficios laborales, entonces seguiríamos trabajando ya no para un otro, sino para el resto de los otros, lo que no es más que la multiplicación de los problemas sufrimentales derivados de su misma metafísica.” (Ibíd. Pp. 9427)
“Por lo tanto, para poder sustentar las relaciones sociales, seriamos esclavos del gran total de los otros… ¡Dios mío! ¡Nuestro sufrimiento sería absoluto! Todos trabajaríamos para todos, seria la catástrofe de la especie, la humanidad esclava de la humanidad.” (Ibíd. Pp. 9427)
Gambarotta concluye magistralmente:
“Desde esta perspectiva, el enriquecimiento desmedido a costa del empobrecimiento de la mayoría no tiene nada de asombroso: siempre es mejor sufrir para unos pocos que para todos.” (Ibíd. Pp. 9427)
Como nota ilustrativa, quisiera compartir este magnífico recorte de un reciente comentario del maestro Johnny Lam sobre Gambarotta:
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Me confieso discípulo de Gambarotta desde la primera vez que lo hojeé en una librería de Buenos Aires mientras buscaba un libro póstumo de recopilaciones de entrevistas a J. L. Borges en sus últimos años. Recuerdo perfectamente la impresión que tuve cuando ví el grosor del libro que me hizo tomarlo en el acto y sostenerlo como si cargara varios tomos de una enciclopedia. Fue tal la impresión que aún recuerdo los trapos que llevaba yo puesto ese día y no recuerdo si conseguí el libro de Borges.
Creo que Gambarotta es de aquellos excelsos cuyo reconocimiento y admiración no son evidentes mientras no son póstumas.
En mi opinión, no hay mejor solución que la que aporta Gambarotta a la crisis de igualdad actual, reza más o menos así en uno de sus apartados más polémicos y que me sé casi al pie de la letra:
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